mis humores
Históricamente el teatro se ha enfrentado a sucesivos desafíos a partir del surgimiento de otros medios comenzando por el cine, la tv y más recientemente el video y los medios digitales. Fernanda del Monte es una dramaturga que ha tenido la particular capacidad de no simplemente afirmar conservadoramente la especificidad del teatro frente a esos otros medios sino de incorporarlos en dramaturgias expandidas.
En la reciente intensificación de las dificultades del teatro para desplegarse públicamente durante la pandemia esto ha ganado importancia; el valor de mis humores radica en que es una maquinaria escénica posdramática que se ha manifestado en múltiples expresiones de naturaleza muy diversa y es en ese contexto que esta versión en el formato libro rescata la dramaturgia más tradicional a través del tamiz de la digitalidad.
Este abordaje, característicamente contemporáneo desde lo escénico, se ocupa en esta ocasión de esa antigua figura de los humores que hablan de la persistencia de lo arcaico, aun en los entornos más contemporáneos.
En contratapa:
Las voces que se reúnen en mis humores exhalan sangre, lágrimas, fluidos sexuales y sudor y, a través de ellas, la autora, dislocada, grita sus abismos encarnados frente a la muerte del padre, la maternidad, el desasosiego y el reencuentro con el ser ahí, en un acto de exorcismo donde la palabra, lejos de aquietar, pone en juego el sufrimiento y también, en un giro lúdico, el goce caleidoscópico de sí misma.
La escritura de las emanaciones del cuerpo con y sin órganos de Fernanda del Monte se asoma a las constelaciones conceptuales de autores como Bataille, Artaud, Jodorowsky, pero también del pseudo Aristóteles, Heidegger y Deleuze.
Al articular la intertextualidad de la escritura y sus monstruosidades rizomáticas, medievales y contemporáneas, la autora define los recovecos de su corporalidad fragmentada en un tejido de retazos no lineal: “Escribo para mí un texto enfermo y deforme, para dejarlo como un feto sobre la mesa de mis pensamientos. Escribo un texto autónomo que de alguna manera es infinito. Un texto que no implica su lectura como se hace desde siempre”.
Autores
Lee un adelanto:
Escribo un texto autónomo que de alguna manera es infinito. Un texto que no implica su lectura como se hace desde siempre. Un texto al que quizás deba uno acudir como acude a un libro de citas. Leído por pedazos cada vez distintos. Un libro que se puede leer o dejar reposar en una mesa de luz para volver a él en la noche como si fuera la confesión de alguien que quiere ser otra. Yo no soy tampoco este texto, es solo un estudio sobre la enfermedad que me lleva a la memoria.